Lágrimas en Nacaren

 

Nacaren estaba triste. Últimamente había nevado demasiado sobre su corazón. Anhelaba un cambio. Lo necesitaba imperiosamente.

En la cocina de su casa, sentada en una silla plegable, sostenía entre sus manos un gran vaso de café, tan amargo como la tristeza que en sus ojos se adivinaba. En ellos, clavada la mirada en algún punto perdido de la hornilla, se atropellaban fugaces imágenes de un tiempo no excesivamente lejano.

A cada recuerdo, sus labios lo acompasaban con un leve gesto de sonrisa o tristeza, minúsculo, involuntario, tan fugaz como etéreo. Todos se suspendía en un sueño, esos momentos de improvisada reflexión le servían de privada terapia, de obligada evasión hacia sí misma.

Se recordaba inmensamente feliz, encaramada a la cima de un leve acantilado. Los ojos, henchidos de curiosidad, abiertos al horizonte, donde los pequeños pesqueros parecían hacerle guiños de felicidad con sus luces intermitentes por el vaivén de las olas.

Fue ese día la confirmación de su amor…

Allí en lo alto, el silencio era espuma de mar, el momento mismo era el infinito, sus sentidos, todo poesía… ¡aire, noche, salinas, estrellas!.

El mundo estaba allí, a su lado. El futuro venía engalanado, envuelto en deseos, en sueños…

Y ella allí, los ojos abiertos a todo horizonte, atrapada en dulces palabras, hechizada por un amor susurrado al oído bajo un olor tremendamente azul.

Instintivamente removía el café con un pausado movimiento de la mano. A pequeños sorbos disfrutaba del cómplice de su soledad, sintiéndolo tan amargo y frío como aquel presente que estaba viviendo o, acaso, descubriendo; como lo antónimo a lo que ella había soñado.

Súbitamente, una sonrisa desdibujó la tristeza de su cara, dejando que, libre, el gozo se adueñara de sus pupilas, preñando sus labios de una olvidada ternura que la hacía etérea, ingrávida, vagabunda en sentimientos de aquella realidad que permanecía suspendida en su recuerdo.

¡ Un solo beso le hizo soñar tanto ! . . . ¡ Un solo sueño le hizo besar tanto ! . . .

¿Cómo redescubrir, una a una, aquellas sensaciones?

El tiempo, con frágil voracidad, la había poseído violándole el más preciado de sus valores; aquél que la hacía fuerte, orgullosa, llena de vida…

Su ilusión quedó prendida en el minutero de la nostalgia y sus ansias se perdieron con lo goteantes tic-tac de la rutina. Se levantó de su silla plegable, miró el reloj… otro minuto se le había escapado en su evasiva añoranza.

¿Lágrimas? ¿Lágrimas en Nacaren?  Cerró los ojos e imaginó colores, risas, abrazos … y entonces sonrió, abrió los ojos y todo estaba allí. Lo veía, deseaba verlo y sentirlo y amarlo y crearlo…

Alguna voz le susurra al oído a Nacaren… ¿Eres tú quien, cuando el corazón te habla, desea amar?

Frente al espejo, decidió darle color a los años y maquilló su cuerpo con el arco iris de la ilusión; a su corazón le habló de futuro…

Ya no hay lágrimas en los ojos de Nacaren.

 

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